Hoy muere lentamente mi más fiel compañera. Atiendo a mi memoria más distante para acordarme desde el primer día que la ví, la seleccioné meticulosamente, la equipe con el mejor software, y la bautice como la MacKiller. Es gris y de teclado silencioso, con un potente procesador y una pantalla de alta resolución –que por cierto se convirtió en la envidia de todos. La MacKiller me acompaño a tantas partes, cruzo el mediterráneo, el atlántico, el desierto, y estuvo a punto de cruzar el Pacifico. Escucho Marruecos, sufrió in Italia, gozo Barcelona y Buenos Aires, y en México City encontró su transgresión. Supo lo que fue viajar en primera clase y pasar la noche en un hostal de mal agüero en Fez, Marruecos. Nunca tuve problemas con ella porque siempre me genero los ingresos que me permitieron hacerme un fenómeno. Aguanto mis insultos cuando la saturaba de procesos innecesarios, podía haber tenido dos ventanas abiertas, pero me gustaba atiborrarla de aplicaciones y que me respondiera como me responde mi cerebro. Pedía un imposible. Había días que la dejaba abandonada en la oscuridad con la pantalla encendida. Siempre respondió como Dios le daba licencia.
Mi laptop, o la Dell Inspiron 1510, yo mismo la diseñe, actualice, y digamos hasta configure para que fuera mi mejor computadora de todos los años. Sin embargo, no fue así la Inspiron 1510 tuvo un mal comienzo, se lleno de imprecisiones que la llevaron a una letargo sistematico que solo Bill Gates sabia de que se trataba. Poco a poco su rendimiento fue deteriorándose hasta que por fin la pantalla azul la dejo inservible, al borde de la muerte.
Ahora espero los días para poder llamar a la India para que me ayuden arreglar a MacBook Killer. No tengo tiempo ni deseos. Por un lado pienso que con la muerte de mi laptop se termina un ciclo, mis viajes, y todo debe quedar atras. A veces pienso que los finales deben de interpretarse siempre como un comienzo y no como una tragedia.
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