Friday, November 5, 2010

Defender la libertad con el mito y un par de leyendas.

Estos días hice un recuento de todas las cosas que he me atrevido hacer. Podría ponerle fin al Enterprise y declarar que lo he vivido todo, que lo tengo todo por no querer mas nada y bueno una infinidad de excusas. En fin tenia la jeta para lograr aparentar felicidad, bienestar y con posibilidad hasta de homehowner.  Sin embargo, tenía una mente filosófica, un espíritu en total transcendencia y una voluntad insaciable que con dificultad podrían hacerme tirar la toalla y decir ya esta, that’s it, ya estuvo ca..  Cásate con Lady Kokodrile, pon una fábrica de kokodrilitos de peluche, déjate la barriga hasta que desaparezca el ombligo...! Ni madres!

Tenia campo abierto, un horizonte maquiavélico que se convertía en cuatro paredes con una puerta cerrada cuando Lady Kokodrile llegaba y se ponía a trabajar al parejo mío. Hasta ahora no sé porque contrate una asistente. Un momento bajo lo tiene cualquiera, pero yo ya me había comenzado a sentirme un perfecto inútil. Mi vida con el gato era tremulosa, pero al fin de cuentas era un animal ¿qué podría saber de la existencia el animal? La colaboración con Lady Kokodrile arrastraba una especie de condena, un maleficio, no sé que estaba medio podrido el asunto y yo empezaba a lanzar señales de humo. Como última instancia tenía llamar a la policía, pero esperaba no llegar a tanto.

Por eso era mejor utilizar el sistema griego, el de antigua Grecia... Ironía y retorica, dialéctica y en comendarme a las diosas del Olimpo, para poder librar esta batalla con Lady Kokodrile quien sin duda había adquirido características de una de las tres Moiras. Una vez encontrándome solo podía darme de la magnitud que adquiera mi mente. Las cuatro paredes caían dejando la puerta cerrada de pie pero a la misma vez desdeñando un horizonte anaranjado que no tenía la menor duda que fuera a donde debiera ir.

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