Monday, October 25, 2010

Tres horas chingando seguro cansan a cualquiera.

El gato a penas escucha el adiós del grillo comienza a encimarse, a poner su nariz sobre mis labios, a cachetearme quedito, y cuando fracasa termina mordiendome las pantorrillas.  Entre las telarañas de mi sueño, siento mis labios decir “Gato i’jo de puta salí” Tres horas suceden así hasta que la preocupación por el laburo me hace levantarme. Enderezado miro el reloj 7:15 AM, lo primero que pienso es porque carajos abrí los ojos, porque existe el día, que madres hago yo con un gato. Al carajo pienso, vivo entre borregos, a chingarle, esto es así ni modo --mi frases para consolarme, mi mantra de todas las mañanas. El chingao gato me ve, lo miro fijamente y siempre termino diciéndome a mí mismo Gato malparido.  Quizá es costumbre o a veces necesidad, pero la primera acción después de preocuparme por el trabajo es prepara el café. El Gato me sigue hasta la cocina mejor dicho me conduce hacia esta. Llega hasta su comedor, huele sus platos vacios, me voltea a mirar y me dice en su lenguaje felino “Güey dame de comer”. Confieso que a veces valerme madre y para enseñarle quien manda me preparo el café y el nutrioso sándwich de Nutella. Otras escandalizado por el hambriento animal prefiero atenderle primero. Sin embargo, lo mas chimbo es que apenas me siento a trabajar el gato se lambe los bigotes por cinco minutos y despues se retira a dormir. ¡A que cabron! Tres horas chingando seguro cansan a cualquiera.

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