Thursday, January 29, 2009

El fin de un ciclo

Hoy muere lentamente mi más fiel compañera. Atiendo a mi memoria más distante para acordarme desde el primer día que la ví, la seleccioné meticulosamente, la equipe con el mejor software, y la bautice como la MacKiller. Es gris y de teclado silencioso, con un potente procesador y una pantalla de alta resolución –que por cierto se convirtió en la envidia de todos. La MacKiller me acompaño a tantas partes, cruzo el mediterráneo, el atlántico, el desierto, y estuvo a punto de cruzar el Pacifico. Escucho Marruecos, sufrió in Italia, gozo Barcelona y Buenos Aires, y en México City encontró su transgresión. Supo lo que fue viajar en primera clase y pasar la noche en un hostal de mal agüero en Fez, Marruecos. Nunca tuve problemas con ella porque siempre me genero los ingresos que me permitieron hacerme un fenómeno. Aguanto mis insultos cuando la saturaba de procesos innecesarios, podía haber tenido dos ventanas abiertas, pero me gustaba atiborrarla de aplicaciones y que me respondiera como me responde mi cerebro. Pedía un imposible. Había días que la dejaba abandonada en la oscuridad con la pantalla encendida. Siempre respondió como Dios le daba licencia.

Mi laptop, o la Dell Inspiron 1510, yo mismo la diseñe, actualice, y digamos hasta configure para que fuera mi mejor computadora de todos los años. Sin embargo, no fue así la Inspiron 1510 tuvo un mal comienzo, se lleno de imprecisiones que la llevaron a una letargo sistematico que solo Bill Gates sabia de que se trataba. Poco a poco su rendimiento fue deteriorándose hasta que por fin la pantalla azul la dejo inservible, al borde de la muerte.

Ahora espero los días para poder llamar a la India para que me ayuden arreglar a MacBook Killer. No tengo tiempo ni deseos. Por un lado pienso que con la muerte de mi laptop se termina un ciclo, mis viajes, y todo debe quedar atras. A veces pienso que los finales deben de interpretarse siempre como un comienzo y no como una tragedia.

Tuesday, January 27, 2009

El primer momento

Hoy fue un día común. Limpieza, trabajo, y cansancio me llevaron a la aburrición. Termine desquisiado mirando el techo blanco de mi habitación. Sigo pensando que puedo construirle un segundo piso. Entre estos pensamientos también senti la necesidad de buscar nuevos personajes con los que me pueda sentirme un poco mas humano. No quisiera embarrarme de gente, pero es la única manera para ir dejando atrás todos los recuerdos de mis viajes. Veo dificil que pueda seguir contandole a todos mis amigos mis hazañas por todo lo ancho y largo del continente Americano. Así como todo en mi vida, New York City, Buenos Aires, México City y Miami quedaran en mi remota y olvidadisa memoria. Ya se olvida facilmente Frankfurt y la fantasmagórica aldea de Igna. Difícilmente recordare los detalles de cada viaje y solo me bastara desde ahora en adelante saber que me salí con la mía, que tengo libertad para hacer lo que quiero.

Ahora tengo un presente, el primer momento, de mi everydayness en San Diego, y tan suculento he hecho este primer momento que comienzo a desdeñar las nuevas oportunidades y posibilidades. Una de estas es poder hacerle un segundo piso a mi habitación. Todo consiste en contratar a un carpintero capaz de construir una plataforma en donde pueda subir mi área de trabajo, el living room, y el refrigerador –que por cierto es tan espantoso ver el espacio que hay entre éste y el techo. Ahí bien podía caber un armario, otro refrigerador, un wine cellar -por Dios incluso un rinoceronte con todo y su cuerno. Otro de los proyectos dentro de mi apartamento es llenar las paredes blancas con folletos o algún otro suvenir de mis tantos viajes. Aunque lo veo difícil porque tengo prohibido clavarle clavos a las paredes, cuestiones del cristianismo... La pared blanca es la palma de Cristo.

Quisiera volver al primer momento de mi regreso a San Diego para comunicarle al mundo mis deseos de volver a viajar de nuevo. Claro que primero tengo que solucionar los asuntos del primer orden, ¿Pero qué es el primer orden? Asuntos meramente laborales vinculados al gobierno y leyes de la gente ósea de todas estas personas que viven debajo de mi (en el primer piso) y a quienes observo desde mi ventana y ni se imaginan que los veo desde mis alturas. Son seres que se mueven en grupo bastante bien y que terminan pensando y haciendo lo mismo.

Debo confesar que yo también hago lo mismo, pero con el fin de ir with the flow y evitar ser descubierto.