Wednesday, February 10, 2010

Allá donde el sueño del latinoamericano está cumpliendo 200 años

En el recóndito de mi imaginación comienzo a escuchar el esfuerzo de la turbina que levantara la aeronave hacia la apocalíptica zona metropolitana. Ciudad gigante, ombligo del mundo, cuna de la peste H1N1. Es allá donde el sueño del latinoamericano está cumpliendo 200 años de estar soñoliento y perdido. Es por esos rumbos donde el cochambre es amante del smog, es donde la risa es el encanto del grito sordo y la chingada es la enemiga fidedigna de la suerte. ¡Viajo pronto pero es irremediable no imaginar!

¿Pero porque sigo viajando al centro del estado mexiquense? ¿Estoy tratando acaso de encontrar el camino de mi regreso? Sé muy bien que nunca seré oriundo de ninguna delegación o tendre credencial de elector. No porque no quiera sino porque sigo dudando que sea de aquí en donde vivo desde que entre a la pubertad.

Ir al DF no es regresar a casa, pensarse en vacaciones o ir a visitar a los parientes pobres… A veces pienso que es más peregrinación que viaje porque siempre voy dispuesto y listo a todo. Son los caprichos de los dioses que siempre me hacen regresar enfermo aunque aliviado del espíritu. Andar por los hormigueros, oler a la gente dentro del vagón del metro, platicar con el taxista, y comer tacos sabiendo que me enfermare del estomago son experiencias necesarias para saber que sigo con vida y que no he muerto en la baratija del los live-styles del hombre blanco. Porque allá puedo volver a sentirme como aquel hombre que debí haber sido, y ofrecerle a mi padre el conocimiento de que algo se me pego de él.

Así voy preparandome en este día tan comun como ayer. No se que me pasa y ya no quiero volver. Es tan irremediablemente cotidiano.

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