El lunes se muere. Cada letra que escribo es veneno en sus minutos. Aniquilarlo parece entretenido aunque muy dentro de mí se que volverá el canijo. Escucho un violín en E menor y me enamora una nostalgia de una viola. Aquellos fueron los tiempos que no regresaran. Tan olvidados están que ni imaginar tener memoria puedo. Solo nostalgia me queda de lo que “pudo haber podido ser sino hubiera sido y tal”. La misma mea culpa. Al menos ya no me tiro al piso a lamentarme. No tendré a la viola, pero si tengo a esa persona que sabe manejar mi multiplicidad. Ahora cada que me sucede esta indagación melancolica solo me queda largar un suspiro para después volver a olvidarme por completo.
Y bueno volviendo al tema de la muerte del primer día de la semana. Hoy por la mañana me dieron ganas de echar una moneda al aire para apostar al lunes. Quería valerme de mi mala suerte para perderlo para así no volverlo a vivir. Pero como suele sucederme últimamente todo quedo en entre dicho porque extravié la moneda para colmo se me acabo el café y nunca pude despertarme del insomnio matutino que me acosaba.
Termine preocupado por lo acostumbrado, el dinero. A toda costa me prohibí imaginar ya que todo lo que mis pensamientos en general parecen costar dinero. Dado que no tenía muchas opciones utilice la rutina y me fui al gimnasio a romperme los huesos. Olvide por momentos pero cada que caía en cuenta de mi situación económica me sentía acorralado por mis limitaciones. Y sigues sin jugar lotería –pensaba inútilmente como si eso pudiera solucionarme algo.
El lunes prosiguió y yo espere hasta la noche para irlo aniquilando con letras y vino. Se muere y el violín parece festejar la llegada del martes.
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