En los últimos días he tratado de incorporarme a los eventos matutinos como vespertinos del Crucero de la felicidad y tranquilidad, drink and eat all you can. Esto con el fin de adquirir comportamientos comunes y simples que me permitan reírme de pendejada y media e integrarme con los otros pasajeros.
Los tres primeros días han sido fáciles en la mayor parte por el efecto de la novedad digamos de la primera vez y los efectos del alcohol, que siempre terminan por embriagar a la mente mas sagaz. Agréguense mis errores de logística y de cálculo (porque debi de haberme imaginado) y tienes una situación en donde yo expongo mi inhabilidad para adaptarme a la sociedad. Por años he llevado una vida simple e humilde sin grandes logros materiales. Hasta hoy no tengo nada de que presumir. He tenido éxito en las relaciones humanas gracias al respeto ajeno. A pesar de mi extraña apariencia soy muy bueno para integrarme a grupos cuando es necesario y reírme en el momento oportuno —o al menos fingir. En el crucero pues he sabido conllevar la situación con una sonrisa, un “how are you? fine thank you and yourself,” y escaparme de vez en cuando a la cubierta del deck 12. Aquí es donde puedo estar tranquilo y donde he meditado seriamente que el querer ser normal es cosa de locos. En el deck 12, sin embargo, he podido entrar en una circumspeccion de la existencia y el propósito del mar. Análisis heidergeriano que me ha despertado un nuevo interés en la ontología y que tiene como fin entender el mar como una infinidad de propositos multiples para el nacimiento de la literatura y el arte en general. Aparte de esto he podido, de una manera celebre, retomar el verso del poema de nubes que empecé hace cinco años.
El cuarto día en el crucero es hoy, el quinto está por llegar, no puedo imaginarme un sexto… Saber ser rutinario es poder seguir al pie de la letra el horario de los demás, participar sin ningún inconveniente en las clases de cocina que se imparten días tras dia, de seguir el horario de los comedores. Yo que nunca llevo un reloj o una agenda peor aún un plan de vida reconozco que me está costando trabajo formar parte de tan patéticos eventos. Poco a poco estoy perdiendo ese interés por las actividades y el de la gente alrededor mío. Sé que hay gente como yo, pero ellos al menos han sabido mantenerse en secreto. Mis indagaciones filosóficas en el deck 12 han sido captadas por las 10 mil y pico de cámaras de seguridad. El capitán seguro ha sido notificado que el pasajero 015-507 es uno de esos defectuosos que necesita adaptarse a las actividades matutinas y vespertinas del barco de los excesos. Por experiencia propia sé el fastidio que el capitán pueda tener a causa de llevar entre sus pasajeros a una persona como yo, un inadaptado, un aguafiestas, un indeseable, weirdo, freak… etcétera. El pasajero que se distingue de todos no por cómo se mira sino por lo que no hace. Por eso el supervisor de piso en donde esta mi camarote, el mayordomo del comedor, y el mero mero de customer service han tomado muy en serio las ordenes del capitán de integrarme a las actividades como los demás. Por ejemplo el supervisor de piso cada que me ve caminar por el pasillo me detiene con una sonrisa para preguntarme un sin número de estupideces, ¿Qué si estoy disfrutando? ¿Qué si dormí bien? Etcétera. El mayordomo en frente de todo el dining room me ofrece los mejores platillos, me toca el hombro para animarme, me sacude y apunta hacia la demás gente que me miran riéndose, al menos me trae más vino de lo que pido. Mientras el mero mero de customer service me llama al camarote para recordarme de las clases de cocina y otras actividades que podrían interesarme. A tanto acoso decidí atrincherarme en mi camarote y hacer uso del televisor. El aparato electrónico que más odio pero que en estas circunstancias es como mi mejor amigo. A estas alturas incluso detesto hasta ver mi sombra. Considero riesgoso salir a caminar a la cubierta o sentarme en la librería a escribir el poema de las nubes. Me persiguen como los rayos del sol, no tengo privacidad ni para ir al baño, quieren que coman cuando no tengo hambre, me piden que les pida mientras yo solo pido una hora para ver el mar.
Al menos dentro de mi corazón se encuentra el reloj que con su tic-tac empieza a reducir la distancia entre el mar y la tierra. Regreso con las olas que me llevaron lejos. Soy hombre alturas.., ¡de exatalcion y excesos! Mi risita de pillo se pinta en mi rostro mientras me imagino mirando una alfombra de nubes desde la ventana de un avión. Trabajemos para viajar por los cielos –pienso y pongo el punto final.
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