Friday, October 16, 2009

Texturas del océano pacifico, primera afirmacion

Navega el barco hacia el sur con su avance un nuevo horizonte se comienza a revelar. El viejo porvenir queda atrás. Aquellos gritos de guerra se convirtieron en puras falsa promesas. Paseo por la cubierta en cada paso que doy percibo el nuevo horizonte. El amenazante suceso que comienza a delinearse lentamente sobre la eternidad del mar. Atiendo el cruce de una gaviota perdida siguiendo la trayectoria del barco quizá con la esperanza de re-encontrar su camino de regreso a la bahía. Es difícil pensar en el presente cuando el pasado todavía te reclama cuentas atrasadas, saldos a pagar. ¡Cosas aún por hacer! Siempre he pensado que el buen futuro depende del buen presente, de saber con quién reír, de buscar con quien uno está contento pero igual de importante de encontrar victorias en las derrotas. Estos días en alta mar me han dado la oportunidad de apreciar la fuerza del viento algo que en los últimos meses me ha faltado. Me quejo de una mala salud, de una serie de eventos desfavorables que me han dejado roto y de rodillas, pero que aun así no tengo excusa por mi inhabilidad.

En el mar el viento es amo. Concluyo que sin éste el océano no tendría marea; el mar no tendría texturas y seria simplemente un espejo donde siempre estaría reflejado el cielo y el sol. También el ancho cielo necesita del viento porque tener nubes siempre le da ilusión. Solamente el sol, pienso, se siente amenazado con la furia del viento. Sus rayos quemarían todo pero gracias que el viento sopla el calor que tenemos en el planeta hace posible nuestra existencia. Y que hay que decir de la luna, que supuestamente alebresta al mar ¿pero qué es toda esta alta marea sin el soplo del viento?

Si Neptuno viviera estaría orgulloso del viento. Habrá tiempos cuando cese pero dejara la promesa de su regreso. Habrá otras ocasiones donde sople con furia traiga la catástrofe. Por mi que sople como quiera, que imponga su voluntad y castigue la vida sintética de luces y ruidos.
Los griegos fueron los primeros en reconocer que la volatilidad del mar se debía al capricho del viento. Los guerreros siempre brindaban ofrendas a Poseidón para que les brindase un mar pacifico para ir hacia la guerra. El dios de los vientos temperamental como ninguno podía brindarles protección siempre y cuando no callera victima de su inconsistencia y contradicción.
Este breve pasaje me ha dejado pensando en muchas cosas. Comienzo alimentar un nuevo anhelo que quisiera constituir para ir adquiriendo el plan de ataque. Son días de fin de olimpiada viajo en un barco hacia el sur. El viento sopla y en el horizonte están nuevas ilusiones, ideas, y caprichos. Hijo del viento, libre y volátil, algo imposible de agarrar con las manos, de sujetar con el abrazo, de pensar para siempre con la mente. Hijo del viento sin corazón guiado por caprichos, destino errante y sin mayor vocación de soplar hacia me dé la gana.

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