
No tenia la menor duda. La Dama de los Silencios había llamado de nuevo. Fiel a su costumbre, y como ha venido haciendo, suspendió el tiempo para crear incógnita e incertidumbre. Cada que aparecía me dejaba con deseos de verla, hablarle, mirarle... de volar hasta ella para rescatarla. Sabia muy bien que yo no era el elegido para ayudarla. Tampoco quería jugar a ser el héroe menos su príncipe azul. Ya tenia una buena docena de damnificados que dependían de mi buena obra. Aún si quisiera no había manera de ayudarla. Simplemente no quería mi ayuda además poseía la única arma que podía quebrantar mi alma y voluntad: su silencio. Había quedado muda desde que se puso unas alas de ángel y se hizo de la creencia que podia convertirse en un ser celestial. Las compro en un Flea Market con la idea de poder convertirse en un ser celestial. Su empecinamiento la condujo a distanciarse de la blasfemia en general, me incluyo a mi mismo por mis posturas ontológicas sartreanas y mis creencias dionisíacas-deamonicas del total enthrallment y tal. Muda y testadura como si sola fue utilizado su silencio para cautivar al publico en general, enamorar hombres mastodontes –por lo general insípidos –y comenzar a enturbiarme la existencia como si quisiera vengarse de la crueldad de la vida conmigo.
Se que sin el menor anuncio se volvera aparecerse para decir simplemente nada. El mejor remedio era seguir con mi vida y seguir elaborando el método de total entrallment para la vida en general. Vivia en otras epocas además no estaba a la altura del conflicto de la Dama de los Silencios. Sabia que nunca existiría reciprocidad entre los dos por mas que tratara de entablar comunicación. Mi unica arma que tenia era la obscuridad cuya utilizaría para ir disminuyendo el efecto de su abismal silencio para asi hacer nula su existencia y volver a caer en el olvido de los 13 lunas.
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